BLADE RUNNER (Blade runner) - 1982
- Director: Ridley Scott
- Intérpretes: Harrison Ford (Rick Deckard), Rutger Hauer (Roy Batty), Sean Young (Rachael), Edward James Olmos (Gaff), M. Emmet Walsh (Bryant), Daryl Hannah (Pris), William Sanderson (J.F. Sebastian), Brion James (Leon Kowalski), Joe Turkel (Eldon Tyrell).
- Productor: Michael Deeley
- Guión: Hampton Fancher y David Peoples, basado en la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick.
- Fotografía: Jordan Cronenweth
- Montaje: Marsha Nakashima
- Diseño de producción: Lawrence G. Paull
- Dirección artística: David Snyder
- Decorados: Linda DeScenna, Leslie Frankenheimer, Tom Roysden
- Vestuario: Michael Kaplan, Charles Knode
- Maquillaje: Marvin G. Westmore
- Peluquería: Shirley Padgett
- Música: Vangelis
- Sonido: Peter Pennell, Bud Alper, Graham V. Hartstone, Gerry Humphreys
- Efectos especiales: Douglas Trumbull, Richard Yuricich, David Dryer
- Nominada a los Oscar a la mejor dirección artística y efectos especiales.
Sinopsis: En un mundo futuro y oscuro, los robots son cada vez más perfectos y similares a los seres humanos. La última generación, de hecho, es casi imposible de distinguir. Sólo los “blade runner”, miembros de un cuerpo especial de policía, son capaces de diferenciarlos. Su misión es perseguir, detener y retirar a aquellos replicantes que se rebelan contra el sistema y deciden enfrentarse a un destino que les impide tener sentimientos y les pone fecha de caducidad. El agente Deckard, uno de los mejores en su trabajo, encontrará en su búsqueda del líder de los replicantes el amor y una conciencia que hasta entonces no le había dado ningún problema.
Comentarios: La trama de Blade Runner se desarrolla en la que se supone será la ciudad de Los Ángeles en el siglo XXI. Una urbe gris, lluviosa, siempre cubierta por una espesa capa de niebla, con enormes construcciones que se levantan sobre las ruinas de la antigua metrópoli. La Tierra es un planeta decadente, y lo mejor de la raza humana ha escapado hacia las colonias externas, lugares con verdes praderas.
Blade Runner es un inteligente y fascinante ensayo sobre muchas cosas: el futuro, la muerte, la existencia humana, la ética, los sentimientos, el valor humanístico de la memoria, la ingeniería genética y hasta la fotografía. Todo ello envuelto en un ropaje de imágenes barrocas, donde, de una manera arriesgada, se cruzan los estilos más diversos. Su guión posee una estructura que emana del cine negro y del western. En realidad, un “blade runner” no es más que un cazador de recompensas, un pistolero, certero y astuto, que se encuentra a sueldo de una organización que borrosamente puede parecernos que hace referencia al Estado. En suma, un policía que debe retirar (es decir, matar, poner fuera de combate) a unos replicantes, que no son más que robots ultraperfeccionados, poseedores de reacciones típicamente humanas, que tratan de salirse del destino que sus creadores les tienen reservado.
Lo anterior puede remitirnos, y de hecho lo hace, al cine negro y a su corte de matones a sueldo, policías ambiguos o detectives cansados y cínicos. También posee una factura que nos recuerda al pistolero que llega al poblado dispuesto a poner el orden, más por obligación a un salario que por convicción moral. El Deckard que interpretó Harrison Ford tiene más de un tic, de un eco, que puede ir desde el Alan Ladd de Raíces profundas a John Wayne o Gary Cooper, hartos de ser los más rápidos desenfundando en tantas y tantas películas.
Pero además, Blade Runner, película de factura moderna y aparentemente atrevida, es una historia de amor entre un hombre y una mujer; algo tan viejo como el mundo, y siempre tan atractivo y efectivo. En el fondo, es la historia de dos solitarios que descubren que llega un momento en que la soledad puede hacernos desgraciados. La soledad creativa del artista y la reflexiva del pensador o se subliman a través de la religión o algo similar, o nos pueden llevar a la desgracia.
Hay, a lo largo de toda la película, una reflexión filosófica acerca del destino y del ser del hombre. De dónde venimos y a dónde vamos. Preguntas eternas y que, por lo tanto, jamás tendrán respuesta. Lo religioso, lo cristiano, al final surge en medio de una escenografía que lo recuerda.
Pero, con todo y no ser poco, lo que cautivó la atención de muchos espectadores fue el despliegue visual y escenográfico que Ridley Scott realizó. El realizador británico se ha distinguido por las atrevidas escenificaciones que realiza y que son la concreción de un panorama estético que se fundamenta en la plástica publicitaria. Con una sólida formación en el campo de la publicidad, donde ha producido imágenes de gran belleza, Scott ha trasladado al cine muchos de los parámetros iconográficas del spot. Pero, al mismo tiempo, ha sabido imbuirlos de densidad argumental. Lo que diferencia a este director de otros, cuyas propuestas visuales son formalmente parecidas, es el hecho de que se encuentran envolviendo, por lo general, unos contenidos más densos.
Y esa visualidad está haciendo referencia a un mundo de ordenadores personales, de sonidos, de comportamientos que han hecho de la informática la razón de ser de mucha gente joven o relativamente joven. Ellos vieron en las imágenes de Scott la plasmación de muchos sueños que ahora se han hecho reales a través de las máquinas inteligentes. Lo que también hay que entender es que la película renovadora a ultranza, ejecutada por un innovador del cine, es en realidad una puesta al día, una actualización de algo muy clásico. Cambiaba el traje, pero el portador era el de siempre, desde los tiempos de Romeo y Julieta. Porque nuevamente nos encontramos con alguien que, por ser listo, culto, es lo suficientemente perspicaz como para no inventar. Ya existe El Golem, ya existe el monstruo de Frankestein, ya existe La parada de los monstruos, sólo hay que ponerlos al día y, en ese sentido, Scott borda un trabajo prácticamente perfecto.
Lo malo es, que, al margen de sus valores cinematográficos y de su comercialismo (Scott siempre ha tenido magnífico olfato para escoger actores y aquí lo demuestra), la película resulta desoladora, a pesar de sus forzadas imágenes finales. El mundo del siglo XXI no es el de una galaxia casi clínica, de vestiduras de látex blanco, con aires de fábrica ultramoderna. No. Es un lugar inhóspito, de lluvia sucia y comportamientos viejos y cínicos. Blade Runner hubiera podido interpretarla Humphrey Bogart. Una estética que ha sido pionera y que, posteriormente, ha sido copiada en la práctica totalidad de las producciones futuristas que se han realizado.
Además de este film, destacar otros de su director. En 1977, Los duelistas, basado en un relato de Joseph Conrad, abrió a Ridley Scott las puertas de Hollywood. Es su primera película norteamericana, Alien, el octavo pasajero, la que lo catapultó a la fama. A estos títulos habría que añadir otros como Legend, Black Rain, Thelma y Louise, 1492: la conquista del paraíso o la oscarizada Gladiator.
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