domingo, 18 de mayo de 2008

El verdugo

EL VERDUGO - 1963

  • Director: Luis García Berlanga
  • Intérpretes: Nino Manfredi, Enma Penella, José Isbert, José Sazatornil “Saza”, José Luis López Vázquez, Mª Luisa Ponce, Alfredo Landa, José Luis Coll, Chus Lampreave, Lola Gaos.
  • Productor: Nazario Belmar
  • Guión: Luis García Berlanga, Rafael Azcona y Ennio Flaiano.
  • Fotografía: Tonino delli Colli
  • Montaje: Alfonso Santacana
  • Dirección artística: Luis Argüello
  • Decorados: José Antonio de la Guerra
  • Sonido: Felipe Fernández
  • Música: Miguel Asins Arbó
  • Galardonada con el premio de la crítica en el Festival de Venecia.

Sinopsis: Mientras se desplazan en coche por una carretera poco transitada, Juan y su amante, María José, atropellan a un ciclista, al que dejan muerto sobre la calzada. Convencidos de que su acción no ha sido contemplada por nadie, continúan haciendo su vida normal, ella como esposa de un rico industrial y él como profesor de Geometría Analítica en la universidad. Sin embargo, se equivocan.

Comentarios: Una ácida crítica social, como todas las películas de Berlanga, para la cual se apoya en el sentido del humor, la ironía y el retrato de los tópicos. Entre esta mezcolanza de documental, en unas ocasiones, y de comedia, en otras, el director valenciano cuela de manera soterrada e indirecta a la censura toda una serie de alegatos contra el régimen franquista. Para empezar, la historia es todo un panfleto en contra de la pena de muerte. En todo momento se la critica, pero desde el punto de vista institucional; no se juzga para nada al condenado ni al verdugo. Es más, a éste hasta se le justifica y se hace ver la incomprensión de que era objeto por parte de la sociedad, a pesar de lo cual lo necesitaba y premiaba por su labor; una labor que nadie estaba dispuesto a realizar, y que se veían obligados a llevar a cabo aquéllos que hacían de tripas corazón y sacrificaban sus principios por la supervivencia. Es la pena capital en sí, como ente jurídico e instrumento gubernamental, la que es puesta en entredicho mediante una inteligente dirección, un genial guión y unas magníficas interpretaciones.
A este eje argumental central en la película se le unen otros muchos secundarios, como en todas las obras de su autor. Con ese estilo personal, Berlanga nos presenta a personajes cotidianos de la realidad social, económica y cultural de la España de aquel tiempo. Y como si de un documental se tratara, vemos reflejada a través de ellos y sus vidas la sociedad, y sus defectos retratados a través del humor y el absurdo. Nos damos cuenta, gracias a la inteligente ironía que utiliza, de lo aberrante de muchas situaciones que se daban en la época y de su carencia de sentido. Todo el mérito de ello no es sino de los que, salvando los intrincados vericuetos de la censura, nos lo presentan en algo menos de hora y media de diversión corrosiva.
Aparece el tema de las relaciones prematrimoniales, algo tabú en las películas de la época, y que aquí podemos ver. En los problemas que surgían ante un embarazo de una mujer soltera y el trato por parte de la sociedad civil y eclesiástica a los novios que se casaban en semejante circunstancia.
También encontramos, bajo el manto de lo cómico, como siempre en Berlanga, la crítica al modo de adjudicación de la vivienda y a toda la política corrupta del amiguismo, el enchufismo y la recomendación. Algo que, aún a pesar de los años pasados y habiendo desarrollado una democracia mientras tanto, no parece que desaparezca del todo de nuestra cultura.
Otro aspecto que se nos muestra en el film es el del inicio del boom turístico en nuestro país. Mallorca empieza ya a estar repleta de turistas centroeuropeos y británicos. Y, cómo no, no se podía pasar por alto la pincelada haciendo referencia al buitreo de los españoles en torno a las modernas y liberadas mujeres que venían de allende los Pirineos.
No obstante, y aunque se traten todos estos puntos novedosos y un tanto transgresores para la época, el final de cada uno de ellos siempre será el política y católicamente correcto. Cómo ya ocurría en las películas americanas de cine negro, el crimen siempre paga; el bien siempre sale victorioso. Un precio que había que pagar en una época de censuras si se quería que el largometraje pudiera ser exhibido sin excesivos cortes o cambio de importancia. Pero, eso sí, una factura que, con la suficiente inteligencia, ironía y doble intencionalidad, se podía acabar volviendo contra aquéllos que la imponían.
El reparto del film es extenso y coral. Aun existiendo tres protagonistas principales, durante todo la película vemos la aparición de innumerable cantidad de caras conocidas (quizá hoy más que entonces) por delante de la cámara en pequeños papeles. Un rasgo distintivo del director valenciano.

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