martes, 29 de diciembre de 2015

Show me a hero

"Show me a hero", por Andrés Núñez Ruz

“Muéstrame un héroe y te escribiré una tragedia”, desafió una vez el escritor estadounidense Francis Scott Key Fitzgerald, autor de la novela “El gran Gatsby” y miembro destacado de la generación perdida de EEUU junto con John Dos Passos, E. E. Cummings y Ernest Hemingway.
Francis Scott era un agudo retratista de la sociedad de su época, en lo que coincide con al menos uno de los creadores de la serie de título homónimo al de este artículo, David Simon, desencantado periodista, escritor, guionista y creador de series cuyo denominador común es el trato realista, alejado del paternalismo y sin concesiones, de la más baja sociedad norteamericana, por lo general negra e inmigrante. David Simon huye de la corrección política y cuando es preguntado por la serie “The news room” del laureado Aaron Sorkin, a propósito de su forma de tratar el periodismo, contesta sin pelos en la lengua que Sorkin no tiene ni idea de periodismo.
Show Me a Hero” es una miniserie de la HBO de seis capítulos, o más bien podría decirse seis pequeños largometrajes, centrándose en el personaje real de Nick Wasicsko, el más joven alcalde de la ciudad de Yonkers en el estado de Nueva York. Relata su enfrentamiento a la orden judicial de desegregación que le obligaba a construir viviendas para familias sin recursos diseminadas por los barrios blancos de clase media de su ciudad. La decisión judicial provoca el miedo de los habitantes de la ciudad tanto por la delincuencia que previsiblemente se trasladaría a sus barrios como por la devaluación de sus propiedades; los vecinos organizan fuertes protestas y el sentimiento racista se intensifica. Nick Wasicsko se ve atrapado entre su promesa de oponerse a la construcción y no cumplir una sentencia judicial que acarrearía sanciones que llevarían a su ciudad a la ruina, mientras sus rivales políticos no dudan en usar la demagogia para apearle del puesto. Pero la serie trata sobre todo de cómo, en algunas ocasiones, las cosas se han hecho lo mejor posible venciendo los miedos, no sólo de los blancos de clase media sino también de las clases bajas temerosas de trasladarse a barrios donde no son deseados.
Al Igual que en la guerra se dice que ningún plan resiste al primer contacto con el enemigo, en el caso de las buenas, o sólo razonables, personas ningún odio o prejuicio se resiste al mutuo conocimiento o convivencia. Frente a los que quieren agruparnos por colores y renta la experiencia de Yonkers, y otras similares, demostró que si concentramos la pobreza en guetos la elevaremos al cuadrado pero si la diluimos conseguiremos al menos paliarla.
A través de un reparto coral seguimos las vidas de los irritados habitantes de Yonkers y la de las personas que optan a las viviendas sociales, introduciéndonos en sus microcosmos personales con interpretaciones muy naturales, veraces, creíbles, sin bobaliconería y lejanas de cualquier estereotipo, que nos meten en su piel y hacen sentir empatía por unos y otros.
Precisamente la empatía es la clave del “triunfo” del proyecto. La tercera parte en juego es la de políticos y funcionarios que lidian entre sí con sus propias morales y la necesidad de ser reelegidos, para lo cual no dudan en traicionar cualquier confianza aunque incluso ellos paguen un precio personal por sus actos. Nick Wasicsko no fue un héroe perfecto, de hecho gana la alcaldía inesperadamente oponiéndose al plan de desegregación. Es un político que como los demás usa sus influencias, mueve sus hilos, es traicionado y traiciona con mayor o menor fortuna y muestra el cinismo típico de quien conoce, acepta y en parte disfruta el reto de vivir con la hipocresía. Se vio obligado a aceptar una resolución judicial en contra de sus promesas electorales y su virtud fue ser capaz de anteponer el beneficio de la ciudad al suyo propio en un momento en el que muchos otros hubieran llevado a Yonkers a la ruina con tal de salvarse a sí mismos. Y como en política ninguna buena acción queda sin castigo, este fue el principio del fin de su carrera. 

martes, 22 de diciembre de 2015

Orphan Black

Orphan Black, por Alba Delgado Núñez

Orphan Black es una serie de televisión canadiense, protagonizada por Tatiana Malsany en el rol de varias mujeres idénticas que se revelan como clones.
La serie comenzó a emitirse en el año 2013. A día de hoy, podemos disfrutar de tres temporadas, aunque corren rumores de que se está preparando una cuarta para 2016 dada la complejidad de su rodaje.
El argumento sigue a Sarah Manning, una joven marginada y huérfana que se busca la vida para sobrevivir. Su vida cambia radicalmente el día que presencia un desafortunado incidente: Elizabeth Childs, una valorada policía, se quita la vida lanzándose a las vías del metro. A Sarah le llama la atención que una mujer joven comenzara a dejar sus pertenencias a un lado del andén y al verle el rostro, descubre que ambas son idénticas. Por esa razón, decide coger el bolso de la chica e investigar acerca de su identidad, suplantándola. Esta decisión no hace más que multiplicar sus problemas, ya que se da cuenta de que, como ella, hay otras tantas mujeres. Todas son clones, las cuales se unen para intentar averiguar su procedencia y la razón de por qué sólo Sarah es la única fértil de todas ellas. Estas se ven atrapadas en una conspiración, donde son perseguidas por un asesino que trata de acabar con todos los clones. Por otro lado, también hay clones que están muriendo a causa de una extraña enfermedad cuya cura desconocen. Mientras hacen lo impensable por mantenerse con vida y unidas, siguen recabando información y atando cabos acerca de dónde vienen y de qué clase de experimento forman parte
Orphan Black entra en el dilema moral y científico de los experimentos con seres humanos, concretamente la clonación. Los perjuicios que se puedan llegar a tener, la calidad de vida de los sujetos y lo que supone en cuanto a la identidad.
No obstante, fuera o lejos de dilemas éticos sobre este asunto, en esta serie podemos observar la capacidad interpretativa de su protagonista, Tatiana Malsany, la cual da vida a todas sus clones, caracterizándolas de manera totalmente diferente. E incluso, si tenemos la oportunidad de verla en versión original, observaremos con más claridad los matices que tiene cada clon, ya que cada una de ellas tiene diferente procedencia. Tatiana es capaz de ponerle gestos y acento a Helena, Alison, Coshima, Sarah, Beth así como a todas las que van apareciendo a lo largo de las temporadas. Cada cual con su vida, sus manías, sus trabajos, aspiraciones, sueños, etc. Y a la vez idénticas. Envueltas en una trama de intriga, aventuras, misterio y diversión.
Sin duda, y bajo mi punto de vista, creo que merece la pena verla. Una vez que empiezas, siempre tienes la curiosidad de saber más. Los capítulos no son excesivamente largos y además van a captar toda tu atención, así como te pueden evadir de cualquier otra cosa. Una buena opción para pasar un domingo solos o en compañía, enredados en la historia de estas chicas y de su alrededor. Sobre todo porque no es fácil predecir lo que va a ocurrir a continuación y siempre hay sorpresas. Se les coge cariño a los personajes y, además, se reflexiona acerca de cómo podría ser la vida en un futuro si se aceptasen ciertos procedimientos y se llegase a ese nivel de tecnología biónica.

lunes, 14 de diciembre de 2015

Los recuerdos y nostalgias de las cabeceras musicales

Los recuerdos y nostalgias de las cabeceras musicales, por José Manuel Repiso

Pocas cosas hay tan emotivas, y tan recordatorias, como la música de las cabeceras de los programas. Su sintonía es el aviso, el “toque de trompeta” que llama a la tropa, y que les prepara a lo que está por venir. Cuando además, la sintonía se corresponde con la de un programa que proyecta, o informa sobre el cine, la emoción es aún mayor, pues nos adentramos en el terreno desconocido. Desde la primera nota, comienza la aventura que supone una película, o la información de los últimos estrenos, con el descubriendo de lo que han hecho nuestras actrices y actores favoritos. 
Yo tengo el grato recuerdo de dos cabeceras en particular. Una de ellas es “Cine Club”, donde los jueves por la noche, en el segundo canal de TVE, una música minimalista (en algún lugar leí, que compuesta por Nacho Cano), acompañada de unos fotogramas teñidos de azul, y las palabras SESIÓN NUMERADA Y BUTACA, eran el mágico preludio del mejor cine que se ha proyectado nunca en la televisión. No importaban las altas horas a las cuales se proyectaba, pues muy pocas veces decepcionaba la película, y esas dos horas sin cortes publicitarios, eran el portal mágico de la vigilia. 
Si de alguna película guardo un especial recuerdo es de “El marido de la peluquera” (1990), de Patrice Leconte. Yo, que no soy muy aficionado al cine galo, aunque reconozco su calidad, confieso que me sentí cautivado por la historia de amor de sus protagonistas, y por los recuerdos de un tiempo pasado, donde los cortes de pelo iban precedidos del lavado de mismo. 
Mi otra cabecera es “De Película”. Un programa que durante los años ochenta, nos acercaba todos los estrenos y noticias del séptimo arte, y cuya sintonía era la música de la película “Lo que el viento se llevo” (1939), de Victor Fleming, George Cukor, y Sam Wood. Si escuchar la música que compuso Max Steiner ya pone la piel de gallina, conocer las noticias y ver las imágenes de los últimos estrenos cinematográficos, en una localidad como nuestra Montilla, donde ya había cerrado el Teatro Garnelo (el último cine local), de la mano de la actriz y presentadora Isabel Mestres, eran motivo de una ansiada espera. 
Como estoy seguro que todos vosotros, también tenéis vuestra cabecera musical favorita, os animo a que las recordéis. Y si está relacionada con el cine, pues mejor, que como dice Luis Eduardo Aute:
“Cine, cine, cine, 
más cine por favor, 
que todo en la vida es cine 
y los sueños, cine son”.

martes, 8 de diciembre de 2015

Muestra de cortometrajes Enfoque

Muestra de cortometrajes Enfoque, por José Alfonso Rueda

No es el cortometraje un género cinematográfico sino una cuestión de tenerla o no más larga. La duración de la película, obviamente. Así que si ésta dura menos de media hora, se denomina de esta manera.
A mi entender, el cortometraje se distingue por dos aspectos, no intrínsecos, pero que le acompañan casi siempre. El primero, consecuencia de la menor longitud de su metraje, es que, por regla general, sale más barato que un largometraje; menos minutos, menos recursos y preparación y menos dinero. El segundo, que tiene que ver con el primero, es que, al ser menos costosa la producción, no está tan sometida a las dictaduras de las audiencias y taquillas, lo que permite unas mayores creatividad, innovación, imaginación, rebeldía o incorrección política tanto en sus rodajes como en sus argumentos.
Estas circunstancias convierten a los cortometrajes en el medio de expresión perfecto para los nuevos creadores audiovisuales, en la cantera del cine. Aún más en un país como España, donde la industria cinematográfica no existe y en el que el apoyo de instituciones públicas y entidades privadas es imprescindible para quien empieza. Obviamente, al ser más barata la producción de un cortometraje, es más sencillo para estas instituciones y entidades ayudarla y financiarla. Bien directamente o bien promoviendo festivales y muestras en los que proyectar los cortos, darles difusión y, llegado el caso, premiar a los de más calidad.
Algo así es lo que hace la Asociación Cultural Central de Montilla con su Muestra Cultural Enfoque, una iniciativa que pretende dar a conocer a nuevos creadores audiovisuales en distintos formatos: poesía visual, fotografía, documental o, enlazando con lo ya descrito, cortometraje.
El pasado 5 de diciembre, y como clausura de la segunda edición de la Muestra Enfoque, tuvo lugar en el Teatro Garnelo de Montilla la proyección de una selección de siete cortometrajes que tuvieron como denominador común la creatividad, la imaginación y la reivindicación; humor, ternura y crítica social en algo menos de dos horas que pudimos disfrutar los asistentes al evento.
24 horas con Lucía”, del mallorquín Marcos Catobá, es la simpática y divertida historia de una mujer poseída por un demonio y de su marido, que debe convivir con ello. “La verdadera revolución”, del malagueño Pablo Sola, rodada en la oficina central de Correos de Barcelona, nos cuenta el encuentro entre Sabina, cajera de un importante banco, y Roberto, un cliente anti sistema que pretende captar su atención. “Animal”, del jiennense Carlos Aceituno, narra en tono de humor las vicisitudes de un par de delincuentes de poca monta, muy diferentes entre sí, tras sufrir un pequeño accidente con el coche en el que circulan. “Mobiliario urbano”, del malagueño Ignacio Nacho, es un pequeño corto, un poema visual más bien, que trata de hacer visibles a quienes han sufrido la tragedia de ser desahuciados de sus viviendas. “Tic.. tac... la conciencia despierta…”, de los montillanos Sergio López Alcaide y Jessica Moya Ríos, es un alegato reivindicativo sobre el momento de actuar, de protestar, de no callar y silenciar a nuestra conciencia. “Ex lege”, del malagueño Alejandro Manzano, es una historia centrada en los malos tratos a la mujer y en las apariencias, que engañan y no siempre dejan ver lo que esconden tras ellas. Por último, “Clóset”, del también malagueño Rakesh B. Narwani, nos trae a la pantalla el tierno encuentro de dos personas solitarias, maltratadas por la vida, que, sin llegar a conocerse, conviven en la misma casa haciéndose una mutua compañía no percibida y ayudándose el uno al otro.
Una magnífica selección de las nuevas creaciones audiovisuales que podemos encontrar en nuestro país y que nos anima a acercarnos a ese mundo del cortometraje para conocer historias distintas, diferentes, creativas, divertidas, reivindicativas e imaginativas.


martes, 1 de diciembre de 2015

El ministerio del tiempo

El ministerio del tiempo, por José Alfonso Rueda.

Desde que comenzó el siglo XXI hemos vivido a nivel internacional un boom de series televisivas, no sólo en cantidad sino también en calidad. Temáticas, producciones, guiones, interpretaciones, distribuciones y emisiones son cuidadas al detalle para un público exigente y variopinto que cada vez consume más televisión a través de canales por cable, plataformas digitales y a la carta, y que parecen más cine que televisión.
En España, no obstante, las cadenas televisivas han preferido seguir insistiendo en la serie boba, de guiones planos, producciones cutres, preparando episodios a la carrera de una semana para otra, poco o nada imaginativas o novedosas, repitiendo patrones que alguna vez triunfaron…
Incluso en los casos extraños en que hemos encontrado un producto de calidad, ya se encargan los canales convencionales de quitársela a base de interrupciones publicitarias constantes y de no aprovechar las nuevas formas de consumo televisivo y social para darles una mejor distribución.


Hasta que llegó “El ministerio del tiempo”, una creación de los hermanos Pablo y Javier Olivares que decidieron arriesgarse con una propuesta muy poco habitual en nuestro país por lo innovadora y creativa. Series españolas de ambientación histórica podemos encontrar a cascoporro. Humor, en su mayor parte facilón y sin gracia, ni digamos. Los viajes en el tiempo están de lo más trillados. Y las aventuras tampoco son algo nuevo. Pero mezclar todos estos géneros con ironía, imaginación e inteligencia, sin caer en los tópicos, eligiendo un acertadísimo reparto sin dejarse llevar por los nombres de moda, cuidando la producción como si fuera cinematográfica, eso sí que es algo inaudito en la ficción televisiva española.
TVE apostó por “El ministerio del tiempo”, cierto, pero sin excesivas alharacas. Nada que ver con la difusión y publicidad que da a otras series estrella de su prime time, como si tampoco esperara demasiado de ella y se limitara a cumplir. Quizás por eso, en lugar de poner su anquilosado, mastodóntico y cartesiano aparato propagandístico al servicio de la serie, dejó su publicidad más bien en manos de esos frikis que llevan la web o las redes sociales de la corporación pública. Y, ¡oh, sorpresa!, empezaron a proliferar por doquier los “ministéricos”, esos fans que cada lunes inundaban con sus comentarios, tuits, reenvíos y “megusta” las redes sociales hablando de su serie favorita.
Aún así, los datos de audiencia de las noches de los lunes no eran para tirar cohetes y más de un cargo directivo de TVE se estaría empezando a frotar las manos pensando que no merecía la pena emitir una segunda temporada. ¡Qué ilusos son los mandamases de nuestras cadenas televisivas! Siguen sin darse cuenta de los cambios en los consumos televisivos.


Los seguidores de una serie como “El ministerio del tiempo” no son espectadores convencionales que se sientan puntual y semanalmente frente al televisor, siempre a la misma hora, esperando a que comience su programa favorito. Para nada. Son gente que decide qué, cuándo y cómo ver en televisión; buscan en plataformas digitales a la carta o en demanda; usan internet, tabletas, smart tv o smartphones. Y, afortunadamente, en este caso, desde el primer episodio, todo ello ha sido potenciado y muy fácil de conseguir. De hecho, los mejores datos de audiencia de “El ministerio del tiempo” se han producido a través de la web de RTVE y en días posteriores al de emisión de la serie.
Para alguien como yo que, por costumbre, desconfía y recela de cualquier serie española, encontrarme con esta producción ha supuesto una grata sorpresa y un soplo de aire fresco que espero continúe, en breve, con la emisión de la segunda temporada.
Para quien quiera disfrutar de la primera, dejo este enlace donde están todos sus episodios.