domingo, 18 de mayo de 2008

Roma, ciudad abierta

ROMA CIUDAD ABIERTA (Roma, Cittá aperta) - 1945
  • Director: Roberto Rossellini
  • Intérpretes: Aldo Fabrizi (Don Pietro), F. Grandjacquet (Francesco), V. Annichiarico (Marcello), N. Bruno (Sacristán), H. Feist (Bergmann), Anna Magnani (Pina), Marcello Pagliero (Manfredi), M. Michi (Marina).
  • Productor: Giuseppe Amato, Ferruccio de Martino, Rod E. Geiger y Roberto Rossellini.
  • Guión: Sergio Amidei, Federico Fellini y Roberto Rossellini.
  • Fotografía: Ubaldo Arata
  • Montaje: Eraldo da Roma
  • Diseño de producción: Rosario Megna
  • Música: Renzo Rossellini
  • Sonido: Raffaele del Monte
  • Nominada al Oscar al mejor guión, galardonada con el Gran Premio del Festival de Cannes.

Sinopsis: La ciudad de Roma está ocupada por los nazis, y la Gestapo sólo piensa en apresar a Manfredi, miembro del Comité Nacional de Liberación. Cada vez más acorralado, recurre a su amigo Francesco para que le dé refugio en su casa de vecinos. Allí se encontrará con toda una serie de personajes cotidianos y anónimos, como Pina (la prometida de Francesco), su hijo Marcello o el cura Don Pietro, que día a día luchan por sobrevivir y son, a su manera, otro frente de la Resistencia.

Comentarios: El neorrealismo nació, casi, cuando todavía en Italia las tropas de Kesserling aguantaban el empuje de las divisiones angloamericanas y los italianos se disponían, de acuerdo con la tradición, a terminar otra guerra en el lado de los vencedores, después de haberla iniciado en el bando opuesto.
Es una forma comprometida de entender el cine, de sumergirse en el pueblo, política y socialmente. Un cine testimonial, que pretendía radiografiar una sociedad en sus clases más menesterosas. Con aire documental, socialmente analítico, lejos de las grandes superproducciones. Un cine renovador, con concepciones originales (buena cantera de futuros famosos actores y directores, algunos de los cuales luego hicieron otro tipo de cine más rentable), y además tristísimo.
El neorrealismo ha sido el conjunto de películas más deprimentes que se ha hecho. Éxito tuvo en los foros universitarios y en las revistas político-culturales. De público, la verdad sea dicha, bastante poco. Este movimiento se considera de hecho inaugurado con la presentación de este film, un trabajo de Roberto Rossellini, uno de los autores más comprometidos con él y cuyo guión, según se cuenta, fue dictado por un jefe de la Resistencia. Su historia era la típica: lucha contra los alemanes, represiones, muertes injustas, torturas. Todo ello con un aire de realismo y de autenticidad que resultó evidentemente conmovedor y que supuso un reconocimiento indiscutible para la película y, por extensión, para el movimiento que prácticamente iniciaba.
Roma, ciudad abierta cuenta los movimientos subterráneos de resistencia que se dieron en la capital italiana durante la ocupación de los nazis alemanes. Rossellini consiguió con este film impactar y hacer surgir ideas de las aletargadas mentalidades de los cineastas italianas. Así, la cinta fue, además de un abanderado de su estética, un portavoz de la nueva Italia que surgía en la posguerra.

A lo largo de la película, asistimos a una serie de conflictos personales entre los diversos personajes, donde se mezclan agentes de la Gestapo, amantes, prostitutas, un sacerdote que lleva mensajes a la Resistencia y jefes de partidas que se enfrentan al ejército de ocupación. Todo ello con un aire de reportaje en directo y de rodaje clandestino; algo fuera de lo real, ya que el propio director tuvo incluso que llegar a vender pertenencias personales para hacer frente a los gastos.
Roma, ciudad abierta es una película de gran valor histórico, novedosa en su momento y muy honrada. Una forma de entender el cine que ha dejado su influencia, pero que bordea más los terrenos de la literatura y el intelectualismo que lo que el público realmente reclama. Surgió en ella también la figura de una excelente actriz: Anna Magnani, que a partir de aquí inició una carrera de honda repercusión, con un concepto del arte dramático donde lo racial se imponía a lo cerebral, donde el impacto de la mirada se sobreponía a otros atributos a los que las italianas han sido muy aficionadas.
Antes de este papel, la actriz ya había destacado en Ossesione, una adaptación de El cartero siempre llama dos veces realizada por Luchino Visconti. También con este director rodó Bellíssima, una interpretación en la que demostró su capacidad para traspasar la pantalla y emocionar al espectador. Junto a otras actuaciones como en L’Amore, también de Rossellini, dio el salto a Hollywood, donde consiguió un Oscar por su participación en La rosa tatuada (1955), basada en una obra de Tennesse Williams escrita para ella. La industria americana le ofreció más películas, pero sólo aceptó trabajar en Viento salvaje, dirigida por George Cukor, Piel de serpiente, de Sidney Lumet y con Marlon Brando, y El secreto de Santa Vittoria, junto a Anthony Quinn.
En cuanto al director, Roberto Rossellini, cuando abandonó sus estudios de Literatura y Filosofía empezó a rodar cortos documentales, hasta que en 1941 comenzó a dirigir largometrajes. Sus mejores realizaciones corresponden al movimiento neorrealista, siendo su representante máximo y renovando la expresión cinematográfica en los años 40 con sus rodajes en escenarios naturales, actores no profesionales e historias que son casi documentales. Destacan Roma, ciudad abierta o Paisá.
Tras esta etapa clave en su cine, dirigió filmes centrados en la espiritualidad, Il miracolo o Giovanna d’Arco al rogo, y títulos que rayaron lo autobiográfico, como Te querré siempre o Stromboli. Esta última película, rodada en la isla del mismo nombre, supuso el nacimiento de su relación con la actriz Ingrid Bergman. Además de ésta, rodaron otros seis filmes más juntos, que resultaron auténticos fracasos de crítica y público. Recuperó el éxito en 1959 con El general de la Rovere, una historia sobre la Resistencia. Empezada la década de los 60, el director volvió a sorprender con su innovadora proclama: “El cine ha muerto, viva la televisión”. De acuerdo con esta idea, dedicó sus últimos trabajos al nuevo medio, en el que Rossellini veía enormes posibilidades didácticas.

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