sábado, 17 de mayo de 2008

Ben-Hur


BEN-HUR (Ben-Hur) - 1959
  • Director: William Wyler
  • Intérpretes: Charlton Heston (Juda Ben-Hur), Jack Hawkins (Quinto Arrio), Haya Harareet (Esther), Stephen Boyd (Messala), Hugh Griffith (Sheik Ilderim), Martha Scott (Miriam), Cathy O'Donell (Tirzah), Sam Jaffe (Simonides), Finley Currie (Baltasar), Frank Thring (Poncio Pilato), Terence Longdon (Druso), George Relph (Tiberio), André Morell (Sexto).
  • Productor: Sam Zimbalist
  • Guión: Karl Tunberg, basado en la novela del General Lew Wallace.
  • Fotografía: Robert L. Surtees
  • Montaje: John D. Dunning, Ralph E. Winters
  • Dirección artística: Edward Carfagno, William A. Horning
  • Decorados: Hugh Hunt
  • Vestuario: Elizabeth Haffenden
  • Maquillaje: Charles Parker
  • Peluquería: Gabriella Borzelli
  • Música: Miklos Rozsa
  • Sonido: Franklin Milton
  • Efectos especiales: A. Arnold Gillespie, Robert MacDonald, Milo B. Lory
  • Ganadora de los Oscar a la mejor película, director, actor principal (Charlton Heston), actor de reparto (Hugh Griffith), montaje, fotografía, dirección artística, diseño de vestuario, banda sonora de drama o comedia, sonido y efectos especiales; nominada al mejor guión adaptado.

Sinopsis: Dos antiguos e íntimos amigos de la infancia, Judá Ben-Hur y Mesala, se vuelven a encontrar después de largos años. El primero es un príncipe judío, fiel a su propia patria y a la amistad, pacifista y tradicional. El segundo llega desde Roma convertido en tribuno y con una concepción distinta del mundo: el Imperio y su ambición están por encima de cualquier otra cosa, y no dudará en anteponer su amistad y acusar de traición a Ben-Hur con tal de lograr ascender y obtener mayor prestigio político.
Judá es injustamente condenado a galeras y su familia encerrada en prisión, comenzando a partir de ahí la epopeya del protagonista en pos de su venganza, a la vez que va descubriendo una nueva doctrina que emerge en Palestina: el cristianismo.


Comentarios: Una de las mayores superproducciones de la historia del cine, producida por Sam Zimbalist para la Metro Goldwyn Mayer y basada en la novela del General Lew Wallace. Ganó 11 Oscar, todo un récord sólo igualado hasta ahora por Titanic. La escena de la carrera de cuádrigas es uno de los momentos cumbre en la historia del Séptimo Arte, que supuso ella sola tres meses de rodaje. Además de ésta, existen otras escenas fastuosas y memorables, que supusieron todo un reto técnico y artístico para el equipo del film, como la batalla naval en la que participa la galera donde Ben-Hur está preso.
La película entera desprende fastuosidad, majestuosidad, suntuosidad y nos deja ese sentimiento de estar presenciando uno de esos espectáculos más grandes que la vida misma, que sólo el cine es capaz de regalarnos de cuando en cuando. De hecho, en su rodaje en los estudios romanos de Cinecittá participaron trescientos setenta y cinco intérpretes y más de cincuenta mil extras.
Acorde con esta grandiosidad encontramos también la música de Miklos Rosza, todo un especialista en componer para películas de esta época. No sabemos si en tiempos del Imperio Romano existirían este tipo de fanfarrias y composiciones, pero lo que sí está claro es que, para nosotros, cuando los antiguos romanos hacían sonar su música, ésta debía de hacerlo como la del compositor húngaro.
Recordar también que ya en 1925 fue rodada otra versión de Ben-Hur, dirigida por Fred Niblo, protagonizada por Ramón Novarro y producida por el gran Irving Thalberg, y que, al igual que en esta que nos ocupa, supuso todo un despliegue de medios y de dólares, que significó el lanzamiento hacia la cima de la industria de Hollywood del recién creado estudio Metro Goldwyn Mayer.
Aparte de toda esta megalomanía presente en la película, el argumento nos cuenta cómo la amistad de la infancia que mantenían Ben-Hur y Mesala se ve rota por la ambición de éste, y cómo el protagonista cambia sus ideas pacíficas y no violentas por el afán de conseguir un solo propósito: lograr su venganza. Un sentimiento que es el que le hace seguir aferrándose a la vida y soportar y superar todas las penalidades que se le van presentando. Algo que no le dejará pensar en nada más, y que no le dejará vivir tranquilo, lleno de ira y odio como está. Pero, al final de la historia, el malo verá cómo sus actos son castigados, mientras que nuestro protagonista será redimido tras conocer a Jesucristo y quedar su alma en calma. Toda una moraleja con el trasfondo de la dominación romana de Palestina y el nacionalismo judío, para mayor gloria de los estudios Metro Goldwyn Mayer, en un alarde de medios, de conocimientos técnicos y artísticos, y desarrollo interpretativo.
El encargado de llevar todo esto a cabo fue el director de origen alemán William Wyler, todo un profesional de los estudios, sobrio y eficaz, especialista en realizar adaptaciones de novelas para la gran pantalla y, sobre todo, un todoterreno capaz de rodar cualquier cosa que le mandaran con una enorme calidad. Entre su filmografía destacan títulos como Jezabel (1938), Cumbres borrascosas (1939), La carta (1940), La loba (1941), La heredera (1949), La señora Miniver (1942), Los mejores años de nuestra vida (1946), Vacaciones en Roma (1953), Cómo robar un millón (1966), Horizontes de grandeza (1958), La calumnia (1962), Horas desesperadas (1955), Brigada 21 (1951), Funny girl (1968) o Ben-Hur (1959). Recibió tres Oscar a lo largo de su carrera, por su dirección en La señora Miniver, Los mejores años de nuestra vida y Ben-Hur. Además, fue un grandísimo director de actores y actrices; trece estatuillas a la mejor interpretación fueron ganadas en películas rodadas por él, y un total de treinta y siete Oscar fueron a parar a filmes que él realizó. Como podemos comprobar, William Wyler ha sido uno de los más grandes realizadores que el cine ha dado, y uno de los más premiados por Hollywood.
No podemos olvidarnos del actor que dio vida al protagonista, a Judá Ben-Hur, Charlton Heston: el intérprete por excelencia de héroes épicos en las superproducciones de Hollywood en los 50. Es en 1954 cuando empieza a destacar tras su papel en Cuando ruge la marabunta. Pero es en 1956, y de la mano de Cecil B. De Mille, cuando alcanza el estrellato interpretando a Moisés en Los diez mandamientos, un trabajo que marcó durante años sus personajes. En esta línea se sitúa Ben-Hur (1959), El Cid (1961), El señor de la guerra (1965) o El planeta de los simios (1967). Ya en los 70, los cambios en la industria y en los gustos del público hicieron que las grandes catástrofes se convirtieran en los filmes de gran presupuesto, y la imagen de luchador del actor casó perfectamente con el género. Entre 1972 y 1978 formó parte del reparto de clásicos como Terremoto, Aeropuerto 1975, Alerta roja: Neptuno hundido y Pánico en el estadio.





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