La mítica figura del licántropo, presente en las leyendas y mitologías populares de numerosas culturas, tampoco escapó a la Universal. Ya en 1941, dando los últimos coletazos a sus clásicos de terror, el estudio creado por Carl Laemmle se atrevió a llevar a la gran pantalla al hombre lobo. La película, dirigida por el semidesconocido George Waggner y protagonizada por el hijo del gran Lon Chaney, el hombre de las mil caras, pionero del género, es una de las producciones de terror más flojas de la Universal en la década de los 30.
Sin embargo, en su haber tiene ser la que dio forma cinematográfica a este legendario personaje y la que lo dotó de muchas de las características que posteriormente se han ido repitiendo en todas las versiones que se han hecho del hombre lobo.
Recordada es también la frase que aparece en la película: "Incluso un hombre que es puro en corazón / y dice sus rezos en la noche / Puede convertirse en un lobo cuando la belladona (o "azote de lobos") florece / Y la luna de otoño brille".
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